Muy de vez en cuando aparece. Nadie lo busca en realidad, pero cuando está se nota. No es ningún boludo y la tiene muy clara. Sabe todo, absolutamente. Pero no es de los que se hace notar. Muy por el contrario, elige operar desde las sombras o ni siquiera hacerlo.
Cuando lo conocí no fue un mal momento. Simplemente me di cuenta que estaba enjaulado, triste y vacío. Todo eso ocultaba la oscuridad de su alma. Estaba acurrucado y casi que no podía respirar. Daba un poco de lástima, a decir verdad. Pero es de los que no se puede confiar mucho. Si lo soltás vas a tener consecuencias.
Los días son muy cómodos. Comunes. No representan desafíos pero tampoco obstáculos. Ya no se siente esa cosa en la panza dolorosa y de la cual siempre quise huir. Ese porvenir acechante cuando mirás la hora a cada rato esperando que no llegue, pero que inevitablemente va a llegar. Eso ya no existe más. El terror de los martes de Música en la escuela. El saber que se acercaba un acto al que no quería ir. O una reunión de más grande, tal vez entrevista de trabajo, y hasta eventos sociales como cumpleaños de compromiso.
Todo eso ya no existe. Pero tampoco lo otro. La cosquilla de aventura. La previa de una catarata de emociones que vuelcan por todos lados. El fino placer de existir y de ser. Esas sensaciones difíciles de afrontar pero tremendas de vivir. Ya no hay. De las últimas que recuerdo se fueron en algún viaje pasajero. En alguna voz lejana de algún ignoto transeúnte. Ya no existen.
Y él se alimenta de eso. Por eso ya no puede respirar casi el pobre. Está agonizando bajo capas y capas de sonrisas forzadas, de rutinas exasperantes, de saludos uno por uno siempre a las mismas personas, las cuales no son ni van a ser nada más que personas vacías en cajas cerradas de pisos de maderas y ventanas de cristal con mosquitero.
Es un tortura diaria la que sufre, no puede retener ni un momento para él. Está todo arrugado y agotado. Ya sin esperanzas de que algún día cambie. Únicamente vive porque la biología no le permite morir. Está dopado, arrinconado, censurado y lastimado, herido sin posibilidad alguna de curarse. Enjaulado debajo y detrás de barrotes ficticios e indestructibles. Invisibles e impermeables.
Derrotado, devastado, destruido. No hay más calificativos con D que lo nombren. Solo domado por una vida secuestrada. Por falsas ilusiones de felicidad. Por camiones y camiones de tristeza que pasan por autopistas vacías subterráneas. Arriba de la superficie el filtro. No hay colores sino mezclas baratas que hacen a una eternidad de efectos solapados. No hay alegría espontánea. No hay gritos ni llantos. No hay dolores profundos ni exacerbada alegría. La vida del cómodo sujeto de hoy es casi una comedia, casi una tragedia.